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Antonio Macchioli

Desarrollo económico y neoliberalismo en Argentina y Corea del Sur.

 Entendiendo que las grandes diferencias entre Argentina y Corea en lo que respecta a su historia, estructura socioeconómica, geografía, recursos naturales, regímenes políticos, etc., exceden el presente artículo, trataremos de establecer algunas semejanzas y diferencias básicas en lo que respecta a los procesos de industrialización y de liberalización financiera que ambos países experimentaron. 

     Lo primero que queremos destacar es que, tanto en Argentina como en Corea, los procesos de industrialización - como modelo de desarrollo económico y social - contaron con el rol decisivo del Estado y compartieron, por determinados períodos, políticas similares. Por ejemplo, la orientación del crédito hacia sectores industriales y productivos que se consideraban estratégicos. También observamos similitudes en cómo se relacionaron estos países con las inversiones extranjeras directas, por momentos buscando limitarlas y en otros momentos alentando su llegada para suplir las limitaciones que presentaba el ahorro interno. 

     Si bien en Argentina el primer proceso de industrialización por sustitución de importaciones se extiendió desde 1930 a 1975, podemos decir que se empieza a planificar un modelo de desarrollo industrial recién a partir del primer plan quinquenal en 1947, bajo el gobierno de Juan Domingo Perón, un estadista de fuerte formación militar. En Corea, la industrialización comenzará a ser planificada formalmente quince años después con la instauración del primer plan quinquenal en 1962, un año posterior al golpe de Estado que permitió la llegada al poder de un grupo de militares encabezado por el general Park Chung Hee. Es decir, en los orígenes de la industrialización, ambos países comparten el rol del Estado en la planificación del modelo industrial y la influencia militar de sus estadistas. 

     Tanto en Argentina, en los dos periodos industriales (1947-1975 y 2003-2015), como en Corea, desde 1962 al menos hasta 1990, cuando comenzaron a instalarse con fuerza las ideas neoliberales, podemos afirmar que se aplicaron políticas económicas altamente proteccionistas. 

     Otra situación contextual que compartieron los dos países es que experimentaron fuertes presiones por parte de los EE-UU, sobre todo cuando avanzaron hacia modelos económicos industriales. Basta con mencionar las presiones que recibieron tanto Perón como Park Chung Hee. Por el contrario, cuando la política económica de estos países se orientó hacia modelos neoliberales, los distintos gobiernos estadounidenses acompañaron y fomentaron las nuevas políticas. 

    Una diferencia básica y estructural entre Argentina y Corea es que, mientras el país sudamericano - por su extenso territorio y por la importante dotación de recursos naturales con que cuenta - por lo menos hasta la crisis internacional que comenzó en 1929, asentó buena parte de su crecimiento y desarrollo en fomentar ventajas comparativas al calor de una oligarquía terrateniente agroexportadora con gran influencia sobre el Estado Nacional. Corea, con un territorio pequeño y con menos recursos naturales, debió enfocar su política económica en tratar de generar ventajas dinámicas. 

     En el caso argentino, si bien buena parte de los terratenientes serán los primeros industriales que sustituirán importaciones, se establecerá en el país una puja muy marcada por orientar el proceso productivo entre una burguesía industrial creciente y los sectores agroexportadores. 

     Cabe recordar que Perón planteaba la dicotomía entre una Argentina “granero del mundo” conducida por una élite terrateniente sumamente rica y un pueblo hambreado. Para Perón, la riqueza de la Nación está en los trabajadores, la tierra tiene que estar en manos de quienes la trabajan y no de unos pocos terratenientes. Sin embargo, el peronismo nunca llevó adelante una reforma agraria. 

     Corea, por las características naturales que mencionamos, no contó con una clase terrateniente tan importante como la existente en Argentina. Podemos inferir que esta ausencia permitió que las autoridades pudieran avanzar con la Ley de Reforma Agraria de 1949, la cual permitió distribuir las tierras entre los agricultores, delimitando el máximo de tierras que podía poseer cada uno. Esta descentralización de la tierra, desde esta perspectiva, evitó que el Estado surja al calor de una oligarquía terrateniente que acentúe una economía primarizada y, por el contrario, ayudó a consolidar un Estado que luego forjará una nueva clase dominante con bases en la industria. 

     Otra diferencia notoria que podemos mencionar es que la Argentina enfocó su desarrollo industrial en la sustitución de importaciones, mientras que Corea, si bien en los comienzos del régimen de Park Chung Hee, avanzó hacia la sustitución de importaciones y restringió las importaciones e incluso la inversión extrajera, ya a mediados de la década del 60 se enfocó principalmente en la exportación de manufacturas intensivas en mano de obra y se abrieron las puertas a la inversión extranjera, aunque restringida a los bienes de exportación. 

     Esta diferencia en cuanto a la orientación de la industrialización, mercado interno en el caso argentino y exportaciones en el caso coreano, impactará no solo en las formas en que estos países se vincularán con la economía internacional, sino que también definirá el rol que ocuparán los actores fundamentales del proceso productivo, el capital, los sectores trabajadores y el Estado. 

     En la industrialización argentina, el peronismo trato de impulsar la sustitución de la importaciones articulando desde el Estado a los sectores del capital y el trabajo, procurando una serie de conquistas para los sectores trabajadores, como derechos del trabajo, fortalecimiento de los sindicatos, universidades obreras, altos ingresos que fomenten el consumo y la demanda, etc. 

     Podríamos pensar que el hecho de que la industrialización argentina no se oriente primordialmente hacia las exportaciones, sino al mercado interno, puso el acento en garantizar salarios al alza que estimulen el consumo de los sectores populares.

     La revancha clasista de los sectores dominantes por recomponer sus niveles de ingresos generando una marcada redistribución de éste en perjuicio de la clase trabajadora, llegará con la dictadura cívico- militar de 1976 y la instauración del primer neoliberalismo. Recordemos que el impacto sobre los ingresos fue del 49% que percibían los trabajadores en 1975 al 32,5% en 1982. 

     Corea, al orientar su industrialización intensiva en mano de obra hacia las exportaciones, en lugar de impulsar salarios altos para fomentar el consumo interno y estimular la demanda, se enfocó en reprimir a los sectores trabajadores y ganar competitividad internacional a través de la sobreexplotación de la fuerza de trabajo. Cabe recordar que la actividad sindical y política estuvo prohibida extensos periodos de tiempo, y recién será en 1988 cuando Corea instale el salario mínimo, un año después del retorno de la democracia en ese país. 

Desde nuestra perspectiva, el hecho de que los procesos dictatoriales hayan regido prácticamente veinticinco años, desde 1963 hasta 1988, incluyendo las dictaduras de Park Chung-hee y el gobierno de Chun Doo-Hawan, permitió al Estado no sólo reprimir a los sectores trabajadores, forjar y disciplinar a su burguesía nacional representada en los chaebol, sino que también le permitió tener mayor control sobre la orientación exportadora del proceso de industrialización y facilitó la penetración de las empresas y marcas coreanas en los mercados internacionales. En Corea, las corporaciones estuvieron controladas, conducidas y orientadas hacia ciertos sectores por el Estado, el cual aportaba subsidios, seguros y financiamiento, pero a cambio exigía determinados estándares de producción y metas de exportación. 

     En Argentina, esa capacidad del Estado para forjar una burguesía nacional, controlarla, conducirla y exigirle resultados parece más difusa. Más bien podría afirmarse que, en algunos periodos, el Estado, en lugar de conducir a las corporaciones, fue cooptado por diversas facciones de estas. Un ejemplo de esto podría ser representado por el período en que rigió el Estado Burocrático-Autoritario con el capital industrial cooptando al Estado. Posteriormente, la cooptación del Estado por parte de las diversas facciones del capital quedará en evidencia y será un rasgo distintivo en los tres períodos neoliberales que atravesará Argentina. A su vez, en el caso coreano hubo cierta continuidad del modelo económico y políticas claras a mediano y largo plazo, algo que no podemos afirmar en el caso argentino. 

     Ambos países compartieron su interés por desarrollar la industria pesada. En el caso de Argentina, la misma avanzó y estaba contemplada en el segundo plan quinquenal del peronismo, y quedará trunca con el golpe de Estado cívico-militar de 1955. En este plan, se apuntaba a desarrollar la industria automotriz, la petrolera y petroquímica, la química, la metalúrgica y la de maquinarias eléctricas y no eléctricas, orientadas a ser industrias de base. A partir de 1958, Frondizi también intentará desarrollar la industria pesada con su proyecto desarrollista, apostando fuertemente a la llegada de inversiones extranjeras directas. Corea la llevó adelante con el segundo plan quinquenal (1967-1971), haciendo hincapié en la industria química, de siderurgia, maquinaria y petroquímica. 

     Ambas economías se enfrentaron a la problemática de la inflación y a la restricción externa cuando quisieron profundizar la industrialización o avanzar hacia la industria pesada, e incluso debieron flexibilizar su política frente a las inversiones extranjeras. Sin embargo, mientras Corea siguió apostando por su modelo industrialista, utilizando el endeudamiento externo, sobre todo público, para sortear los problemas de restricción externa y seguir financiando a los grandes conglomerados industriales, Argentina, por el contrario, a partir del 24 de marzo de 1976, cambió radicalmente el patrón de acumulación de su economía, pasando de un modelo industrialista a un modelo neoliberal. En este último modelo, el endeudamiento externo público y privado se utilizó para sostener procesos de valorización financiera y no para superar los propios problemas que genera la industrialización, vinculados principalmente a la restricción externa.   

     Con respecto a la apertura económica, mientras ambos países mantenían modelos industriales, los niveles de apertura y protección eran bastante similares. Sin embargo, cuando Argentina cambia de modelo, florecen sustanciales diferencias. Es decir, la apertura a la importación de bienes manufacturados en Corea estuvo muy controlada, permitiendo sobre todo la importación de bienes intermedios e insumos, por lo menos hasta la década de los ochenta, con la finalidad de cuidar tanto a las industrias nacionales como de contener los déficits de cuenta corriente. En Argentina, con la llegada del primer neoliberalismo, la apertura será prácticamente total, no sólo en lo que respecta bienes y servicios, sino también financiera, perjudicando seriamente a las industrias nacionales y las finanzas públicas. 

Otra característica que comparten Argentina y Corea es que ambos países atravesaron períodos neoliberales vinculados a la valorización financiera, con características estructurales y consecuencias negativas muy parecidas. Sin embargo, Argentina experimentó en los últimos cuarenta y siete años, tres periodos neoliberales con valorización financiera que comprendieron aproximadamente un total de veintitrés años. Mientras que Corea atravesó un único periodo en la década de los noventa, que culminó con la crisis asiática de 1997. 

Actualmente, la economía argentina se encuentra sumamente endeudada, con escasas reservas internacionales, inflación que supera el 200% anual y depende de las exportaciones agroindustriales para financiar su desarrollo industrial y no profundizar su crisis financiera y económica. Sin embargo, estas exportaciones no solo no son suficientes para aportar las divisas que requiere un proceso de industrialización, sino que, a su vez, el nivel de exportación de productos agroindustriales está fuertemente condicionado por los vaivenes climáticos. 

Según Osvaldo Rosales, en 2019, Corea ocupaba el lugar 12 en el ranking mundial del producto interno bruto (PIB), el sexto en las exportaciones globales, el noveno en las importaciones y el quinto en el índice de complejidad económica. En 2018, Corea exportaba 664.000 millones de dólares, prácticamente dos tercios de todo lo que exporta América Latina, 1.4 veces las exportaciones de México y 2.6 veces las de Brasil. El autor destaca el posicionamiento del país asiático en el índice global de complejidad económica, ya que, en 1998, el país no pertenecía a los primeros 20 países y, 21 años después (2019), ya ocupaba el quinto lugar. 

Un aspecto que es pertinente analizar para que tengamos una mayor claridad en lo que refiere a las diferencias que existen actualmente entre ambas economías es la complejidad económica. Para ello, ponderamos el Índice de Complejidad Económica (ICE), que nos indica la complejidad de una economía en función de la diversidad y especialización de sus exportaciones, indicando si la economía está produciendo y exportando productos con alto valor agregado. Es importante tenerlo en cuenta, porque las economías con una mayor diversificación y sofisticación, y que exportan más valor agregado, tienden a tener un mejor desempeño en materia de crecimiento económico y desarrollo. Las estimaciones de complejidad económica basada en datos comerciales nos indica que, para el año 2022, Corea ocupa el cuarto puesto del ranking mundial y Argentina el puesto 56º. 

Según datos del BM, para el año 2022, Argentina cuenta con un PBI de 631.130 millones de dólares, un PBI per cápita de 13.650,6 dólares y un desempleo, a datos de 2023, del 6.8%. 

Por otro lado, Corea es un caso muy interesante de ascenso y superación. Según los datos del Banco Mundial de 2022, Corea cuenta con un PBI de 1,67 billones de dólares, PBI per cápita de 32.422,6 dólares, inflación de 5.1% y desempleo de 2.7% (2023). Si consideramos la información del FMI de 2023 en relación a las economías más grandes del mundo, Corea ocupa el puesto décimo y Argentina el puesto Nº22.

       Desde nuestro enfoque, a diferencia de quienes sostienen posiciones liberales, las crisis financieras en el marco de programas neoliberales está íntimamente ligado a la apertura de la cuenta capital y de la cuenta financiera del balance de pagos. Si bien puede haber otras causas, como el crédito bancario en rápida expansión y una inadecuada regulación y supervisión de las instituciones financieras, situación que sucedió en Corea y también en Argentina, sobre todo a partir de la reforma financiera de 1977, consideramos que la apertura de estas cuentas, principalmente de la cuenta financiera, es una condición necesaria y determinante de las crisis financieras que experimentaron ambos países. 


     El argumento neoliberal que afirma que la liberalización financiera promueve una asignación eficiente de los recursos a nivel global, mejorando las tasas de retorno para los capitales de los países desarrollados y facilita el crecimiento en los países subdesarrollados, es falso. Pues, este argumento obvia una parte importante que se corresponde con los altos niveles de endeudamiento externo especulativo y las crisis cambiarias posteriores que suelen producirse cuando se avanza en la apertura de la cuenta capital y financiera. Es decir, una vez que los capitales especulativos de corto plazo aprovecharon las altas tasas de interés, ante potenciales devaluaciones del tipo de cambio consecuencia del propio endeudamiento externo, se fugan rápidamente hacia plazas más seguras, precipitando las causas que devienen en una crisis financiera, cambiaria y de deuda. Este mecanismo de endeudamiento externo, valorización de esos activos, fuga de capitales, cuya consecuencia inmediata es la devaluación del tipo de cambio real, crea serios problemas en el sector externo, que, a su vez, desatan fuertes procesos inflacionarios que terminan por impactar negativamente en el sector real. Es decir, en la producción y comercialización de bienes y servicios, condicionando seriamente el crecimiento económico y el desarrollo de los países.


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