Continuidad o cambio es la decisión básica que se pone en juego en cada elección. Si los ciudadanos están conformes con el gobierno, o si en el peor de los casos creen que las alternativas son peores, votarán para que sigan los que están. Sino elegirán entre cualquiera de las opciones disponibles, la que crean mejor. Hasta ahí lo común a cualquier elección, pero es Francia y sus notorias particularidades. Es Francia en un contexto internacional. ¿Cómo sopesar las distintas situaciones que dan lugar a la trama? Veamos.
Elecciones al Parlamento Europeo
El 9 de junio pasado se celebraron elecciones para elegir diputados para el Parlamento Europeo. Una primera aclaración: el número de legisladores aumentó de 703 en la Legislatura 2019-2024 a los 720 que se eligieron para el periodo 2024-2029 (en realidad habían sido 751 originalmente pero ese número es el previo al Brexit, se fueron los británicos, eliminaron algunas bancas y repartieron otras entre distintos países). La idea es ir adaptándose a los cambios poblacionales de los países miembros y tener en cuenta la necesidad de mantener una sobrerepresentación de los países más pequeños de la UE, siguiendo los principios que gobiernan la composición del Parlamento.
Los primeros resultados arrojaron un importante crecimiento de la extrema derecha, pero no en todos los países. La composición del hemiciclo sigue mostrando al Grupo del Partido Popular Europeo como la principal fuerza con 188 escaños frente a los 179 que poseía hasta estas elecciones (prácticamente no varía el porcentaje de bancas en su poder), el segundo partido sigue siendo Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas en el Parlamento Europeo con 136 (138 en la composición anterior). El tercer conjunto más numeroso pasa a ser el grupo de extrema derecha de Patriotas por Europa con 84 bancas, desplazando a Renew Europe (espacio donde encontramos al macronismo) que cayó de 98 a 77 escaños, a los verdes que bajaron de 70 a 53 e incluso al Grupo de los conservadores y reformistas europeos, a pesar de que estos últimos aumentaron su participación de 69 a 78 diputados.
Hay un condimento adicional: el espacio de extrema derecha, que era representado por el Grupo Identidad y Democracia en la composición saliente (49 diputados), se dividió en dos espacios de extrema derecha nuevos: el mencionado Patriotas por Europa y Europa de las Naciones soberanas, que acaba de conformar un bloque de 25 diputados, sumando entre los dos espacios de extrema derecha 109 diputados. Cabe observar, de todos modos, que en la composición saliente los diputados de la extrema derecha alemana (AFD – Alternativa por Alemania) habían sido expulsados de Identidad y Democracia poco antes de las elecciones, tras un simpático episodio en el que uno de los entonces candidatos top del espacio, Maximilian Krah, había dicho que no todos los miembros de las SS habían sido criminales de guerra.
Al momento de la expulsión de los miembros de la AFD, sus integrantes eran 9, que pasaron a ser 14 luego de las elecciones. Es importante señalar que el mínimo de socios de los bloques del Parlamento Europeo es de 23, por lo que la AFD pasó de estar en el barrio de los “No inscriptos” luego de la expulsión, a tener un bloque propio en el que se agregan 3 polacos, 3 búlgaros y un miembro por cada uno de los siguientes países: Eslovaquia, República Checa, Hungría, Lituania y Francia (del partido de Éric Zemmour, Reconquista, cuyo líder había sacado la nada despreciable cifra de 2,5 millones de votos en las elecciones presidenciales del 2022).
Por su parte, el grupo de los Patriotas por Europa integra sus 84 bancas entre las 30 del Rassemblement National, el partido de Marine Le Pen, 11 diputados de Hungría vinculados al Gobierno de Orbán, 9 de la República Checa (la mayor parte perteneciente al partido fundado por uno de los hombres más ricos de ese país), 8 italianos de la Liga de Matteo Salvini, 6 españoles de VOX, 6 del Partido de la Libertad austríaco, 6 del partido que encabeza Geert Wilders en los Países Bajos, también llamado Partido de la Libertad (que se convirtió en la principal fuerza política del país en las elecciones del 2023 aunque no le alcanzó para imponer a su líder como Primer Ministro). A esto se suman los 3 parlamentarios del Vlaams Belang flamenco (Bélgica) y dos portugueses (Chega!). Dinamarca, Grecia y Letonia completan con un diputado cada uno.
A este panorama cabe agregarle que no todos los partidos de extrema derecha europeos se integran en estos grupos parlamentarios, siendo tal vez el caso más saliente el del partido Fratelli D´Italia que lidera Giorgia Meloni y que pasó de 10 eurodiputados a 24 (integra el grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos que como mencionamos más arriba también creció, y que tiene como su principal socio al Partido de la Ley y la Justicia de Polonia con 18 de los 20 diputados que aporta ese país a este espacio).
Ahora bien, si miramos los datos al momento de la sesión constitutiva del Parlamento Europeo en 2019, el grupo Identidad y Democracia contaba con 73 eurodiputados. Los desgajamientos posteriores, sobre todo el del AFD alemán, llevaron a que cierre el periodo con los 49 diputados mencionados algunos párrafos más arriba, pero lo lógico sería comparar, para tener una noción más correcta del aumento del espacio de extrema derecha, a esos 73 con los 109 que suman los dos principales bloques de extrema derecha de la actual composición. La mitad de ese crecimiento lo explican las elecciones en Francia (el Rassemblement National pasa de 18 a 30 bancas) y Alemania (el AFD pasa de 9 a 14).
La apuesta de Macron
Frente a los resultados de las elecciones europeas, Macron toma la decisión de disolver la Asamblea Nacional y de convocar a elecciones para una nueva composición (el artículo 12 de la Constitución Francesa obliga a que las elecciones se celebren entre los veinte y los cuarenta días siguientes a la disolución). La decisión, criticada por propios y extraños, tiene múltiples interpretaciones. Empecemos por las explicaciones de Macron: a su entender la composición de la Asamblea Nacional (elegida en 2022) ya no reflejaba a la sociedad francesa, y el gobierno se exponía a un voto de desconfianza cuando se trate el presupuesto allá por el otoño septentrional. La apuesta de fondo era que una rápida elección podría restaurar una mayoría para su espacio político, en base a que hasta ahora había logrado ocupar el centro del espectro político beneficiándose del temor a la extrema derecha y que el resto de los partidos no tendrían tiempo de conformar alianzas y elegir sus candidatos para cada uno de los 577 distritos uninominales en que se divide electoralmente el país para votar la Asamblea Nacional.
Esa jugada falló. La izquierda (Socialistas, Francia Insumisa, Verdes y Comunistas), logró en tiempo récord ponerse de acuerdo en programa y candidaturas, y terminó desplazando en primera vuelta a la coalición centrista de Macron a un tercer puesto. La extrema derecha, por su parte, aumentó el caudal de votos respecto de las parlamentarias europeas: pasó del 31% al 34% y se quedó con el primer lugar (38 diputados elegidos en primera vuelta y 258 candidatos que llegaban como primeros a la segunda vuelta). A poner en marcha el cordón sanitario.
El sistema electoral francés establece que los 577 diputados se eligen por mayoría absoluta en circunscripciones uninominales. Si en una circunscripción ningún candidato obtiene más del 50% de los votos tenemos segunda vuelta, pero no es que entran el primero y el segundo: en esta segunda vuelta participan los candidatos que obtuvieron al menos el 12.5% de los votos de los electores registrados. Si solamente un candidato califica, los dos con más votos en la primera vuelta avanzan a la segunda. En esta segunda vuelta gana el candidato con más votos, no importa el porcentaje que obtenga.
Esta peculiar legislación provoca que muchas segundas vueltas se produzcan entre tres y hasta cuatro candidatos. Solamente 76 de los 577 legisladores fueron electos en esa primera vuelta que se llevó a cabo el 30 de junio y el cordón sanitario se puso en marcha: tanto el macronismo (Ensemble) como la izquierda retiraron a buena parte de aquellos candidatos que habían salido terceros (unas 200 renuncias), induciendo de esta manera a sus votantes a elegir al candidato que quedara frente al Rassemblement National. Como resultado de ello, el Front Populaire se quedó con la primera minoría (182 escaños), el oficialismo terminó obteniendo el segundo lugar (168 diputados cuando los pronósticos más pesimistas calculaban unos 100 menos) y la ultraderecha quedó con 143 bancas ocupando el tercer lugar. El cuarto bloque en importancia (la Unión de la Derecha y el Centro), consiguió 60 lugares en la cámara.
Todos muy lejos de los 289 diputados necesarios para poder imponer un Primer Ministro.
Affaires courantes
Al calor de los resultados de la segunda vuelta, las fuerzas de izquierda reclamaron que Macron nombre a un primer ministro del Frente Popular, algo a lo que hasta ahora el Presidente se ha negado, afirmando que no se trata de nombres sino de la capacidad de formar una mayoría legislativa que permita aprobar reformas, contar con un presupuesto y mover a Francia hacia adelante. En el interín, el oficialismo acordó con la izquierda el reparto de los cargos de la Asamblea Nacional, dejando afuera de ese reparto a la gente de Le Pen, y logró imponer con el apoyo de la derecha republicana la reelección de la presidenta de la Asamblea, Yaël Braun-Pivet.
Lejos de aceptar una cohabitación (un primer Ministro de un signo político distinto del Presidente), Macron opta por tratar de ganar tiempo frente a una Asamblea que podría ser hostil frente a las iniciativas futuras del Gobierno.
La paciencia y el tiempo
Macron construyó políticamente un centro en teoría pragmático, una avenida del medio que alejara a la política francesa de las tensiones de los extremos del espectro ideológico, ocupando el espacio que dominaban opciones de la política tradicional al centro izquierda y centro derecha. Buena parte del descontento con sus políticas fue capitalizado paulatinamente por una extrema derecha que estuvo cerca de dar el batacazo y que dejó de ser un voto de protesta para ser cada vez más un voto convencido respecto de sus propuestas para gobernar el hexágono.
La estrategia denominada “desdiabolización” (en francés, "dédiabolisation"), que lleva adelante Marine Le Pen a partir de asumir la presidencia del partido en 2011, (sucediendo a su padre y fundador del espacio, Jean-Marie Le Pen), ha tenido y tiene como horizonte transformar la imagen del partido y hacerlo más aceptable para un público más amplio, distanciándolo de su historia como facción de extrema derecha antisemita y xenófoba. Esta estrategia ha implicado desde la expulsión de algunos actores más radicales (su padre incluido) y cierta moderación del discurso hasta el apoyo explícito a Netanyahu, a quien consideran un aliado frente al terrorismo y el islamismo radical.
Se da una situación particular respecto al genocidio que el Gobierno israelí lleva adelante en Gaza como respuesta al ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023. En todo el mundo y aún en Israel (como ocurre en toda democracia), existe una variedad de voces críticas a la política de Netanyahu que incluyen cuestionamientos de la Corte Internacional de Justicia y una acusación por crímenes de guerra en la Corte Penal Internacional. No obstante, la defensa del Primer Ministro israelí se ha convertido en una ocasión extraordinaria para que todo tipo de personajes de extrema derecha en el mundo laven pecados del pasado y a la vez puedan acusar de antisemitas a cualquiera que intente censurar lo que está ocurriendo en la Franja, incluso aunque se trate de ciudadanos israelíes o personas que profesan la religión judía.
En cualquier caso, ese alineamiento le da una lavada de cara a este espacio que se complementa con cierta retórica en la que se presenta a Jean-Luc Mélenchon y su partido, la Francia Insumisa, como un espacio de extrema izquierda. Aunque lejos esté de la realidad, es un discurso que no sólo está utilizando el RN sino también parte de la derecha republicana.
En este contexto, si Macron aceptara la formación de un gobierno encabezado por un primer ministro de izquierda y contribuyera con sus diputados a aprobar legislación propuesta por la Francia Insumisa o los Socialistas, probablemente obligando al nuevo gobierno a moderar sus iniciativas, cualquier fracaso podría encontrar como única alternativa electoral en 2027 (próximas elecciones presidenciales) al Rassemblement National. ¿Le convendría a la izquierda gobernar en debilidad?, ¿podría desde esa debilidad mostrar un camino que enamore a los franceses y los coloque en el Elíseo a partir del 2027 o expondría aún más las profundas diferencias entre los socios al punto de ponerle en bandeja el triunfo a la extrema derecha?
Como decimos al comienzo de la nota, el ciudadano descontento busca alternativas. No necesariamente va a decantar por derecha ni mucho menos por la extrema, de hecho puede perfectamente elegir como lo hizo en forma contundente en las últimas elecciones del Reino Unido por un partido tradicional: los laboristas obtuvieron 410 parlamentarios en la Cámara de los Comunes luego de 14 años de gobierno conservador.
En todo caso el gran desafío de las fuerzas republicanas francesas, a izquierda y derecha, es encontrar las formas de cooperar no sólo para evitar el ascenso al poder del Rassemblement National sino hacerlo sobre una agenda de gobierno que disminuya el descontento y ofrezca a los franceses una perspectiva de futuro. Y el tiempo se agota.
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